jueves, 25 de septiembre de 2008

¿SOY UN BUEN ALICANTINO?


Ahí va el artículo que leeré el martes próximo en Radio Alicante, en el programa de Vicente Hipólito, a las 12,30 horas, más o menos (1008 de O.M.). Es una reflexión sobre si soy un buen alicantino, de acuerdo con las declaraciones de nuestra nueva alcaldesa Sonia Castedo. Y vosotros, ¿sois buenos alicantinos?



¿SOY UN BUEN ALICANTINO?

Ya saben aquello de que: “Per a ser bon alacantí, tens que ser herculá, foguerer i en Santa Faz, pelegrí”. Bueno, yo no soy herculano porque a mi el fútbol ni fu ni fa; a lo mejor es que también soy un mal español. Las hogueras me encantaban hasta que las calles de Alicante se llenaron de suciedad y de ruidos nocturnos insoportables. Y a Santa Faz sí que voy, con blusón y todo; aunque no entro en el santuario, sino que me limito a sentar mis reales en algún bancal cercano para comer tortilla de patatas y beber vino en bota.
Me estoy cuestionando mi alicantinidad porque me he sentido aludido por nuestra nueva alcaldesa, en su reciente entrevista del diario La Verdad, donde dijo que en Alicante: “no sobra nadie, pero sí determinadas actitudes, esas plataformas mediáticas… Sobra la crítica por la crítica. Sobran actitudes que van en contra de la ciudad”. Y claro, como yo pertenezco a la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas, me pregunto si estaré incurriendo en una de esas actitudes negativas a las que alude la señora Castedo. ¿Oponerse al Plan Rabassa es ir en contra de la ciudad? ¿Escandalizarse de que una ciudad capaz de organizar la Volvo tenga todavía niños estudiando en barracones es criticar por criticar? ¿Protestar de que el Ayuntamiento retire sus servicios sociales a los viejecitos e impedidos es ser mal alicantino?
El otro día visité el nuevo paseo del rompeolas y todas las obras que se han hecho para la Volvo Ocean Race, ganando un espacio portuario para la ciudad y su pueblo, y me han invadido sentimientos encontrados. Por un lado, me han gustado mucho las nuevas instalaciones. Pero, después he meditado sobre el despilfarro que suponen, solo para decir adiós a unos señores que se marchan en ocho barquitos a dar la vuelta al mundo. ¿Para eso tanto montaje?, me pregunto; y después advierto el negocio que hay alrededor y, claro, los negocios son los negocios: turismo, hostelería, puestos de trabajo, economía en alza, que falta nos hace. Bien, está muy bien, eso lo justificaría todo. Puede ser... Sin embargo, como por lo visto no soy un buen alicantino, surge en mi mente la duda de si todo ese dinero, sacado de nuestros impuestos, no estaría mejor empleado en atender debidamente a los presuntos beneficiarios de la Ley de Dependencia y a los niños que todavía estudian en barracones en Benalúa Sur; en mejorar las atenciones sanitarias, que dejan bastante que desear; en enseñar debidamente a nuestros niños esa asignatura de Educación para la Ciudadanía que el gobierno de Valencia se empeña en traducir al inglés, en un alarde de chulería y derroche económico. Y esto ya no tiene que ver con el ayuntamiento ni con Alicante de forma específica. Pero es que a lo mejor también soy mal valenciano, además de mal español y mal alicantino.
Me escandaliza que hayan puesto un pajarraco metálico, que cuesta un huevo, como ornamento de la Avenida de Denia, mientras en el cercano Campo de los Almendros aún no se ha autorizado un modesto memorial a las víctimas de nuestra historia reciente. Y me duele que el dictador Franco siga siendo hijo predilecto de esta ciudad donde tantas personas sufrieron y murieron por su culpa. Así que, seguramente, reclamar dignidad es también una actitud negativa.
Yo quisiera que la señora Castedo me creyera si le digo que estoy deseando que haga algo bueno por el pueblo alicantino, para alabárselo inmediatamente. Que a mi no me duelen prendas. Y como prueba le diré que siento una gran simpatía por el concejal de cultura, Miguel Valor, en quien veo a una persona educada y amable, que no tiene inconveniente en entrevistarse con esas plataformas mediáticas que según nuestra alcaldesa sobran en Alicante. Y más aún, que la felicito ya, por su asistencia a la manifestación en favor de los empleados de Altadis. Es una buena manera de empezar, que choca con sus declaraciones contra los que, según ella, practicamos la crítica por la crítica.
No me gusta Alicante, precisamente porque amo a esta ciudad en la que nací y que he visto maltratada por ediles mediocres. Y es que, como bien dicen mis amigos de Alicante Vivo, otra de esas plataformas mediáticas que van en contra de “su” ciudad: “Ser alicantino duele”.

Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 30-9-2008)

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