martes, 22 de marzo de 2011

GADAFI Y ZP


Mira, ya está bien. Me voy a mojar y voy a tomar partido. No es lo mismo Libia que Iraq. No es lo mismo Zapatero que Aznar. No es lo mismo actuar en nombre de la ONU que a las órdenes de Bush y sus muchachos. Por supuesto, no es lo mismo Bush que Obama. No es lo mismo, por mucho que algunos, buitres carroñeros en busca de las vísceras de ZP, vuelen en círculos, hacia la derecha o hacia la izquierda, en busca de unos cuantos votos. Que hay que tener vergüenza torera, coño. Que la cabeza está para pensar, no para ponerse cosas, como el Gadafi. ¿Vale?





GADAFI, ZAPATERO, LA REVOLUCIÓN DE TODA LA VIDA Y LOS BUITRES CARROÑEROS.

Ya le ocurrió a Nerón. La gente se cansó de los abusos y caprichos del sátrapa de la lira, se echó a la calle, la guardia pretoriana, pese a su sanguinaria represión, no pudo contenerla y el tirano gilipoyas - ¿qué tirano no es gilipoyas? - tuvo que suicidarse antes de ser descuartizado por la plebe furibunda. Es la revolución, la de toda la vida. Ni la inventaron los jacobinos franceses, ni siquiera los Ironside de Cromwell, ni mucho menos los bolcheviques del señor Lenin, aquel que ganó la revolución, o se apropió de ella a toro pasado, cuando ya el pueblo había dado el callo y se creía que había ganado la democracia, no aquella Dictadura del Proletariado que no tenía nada, pero nada de nada, de marxista.
El secreto de la revolución está en que el pueblo, a fuerza de sufrir abusos, va perdiéndolo todo, hasta que no le queda nada que perder. La necesidad agudiza el ingenio, y el pueblo empobrecido se las apaña para estar bien informado. Después viene el efecto mariposa: un joven desesperado se quema a lo bonzo en un mercado de Túnez y se arma la de Dios.
Es la vieja revolución de toda la vida, esa que los visionarios que pretendían curar a la humanidad a base de hostias ideológicas llamaron “revolución burguesa”. ¿Es que hay otra? ¿Es que puede haber otra? Es la revolución del pueblo que quiere vivir mejor – o sea, que quiere ser burgués -, la de los pobres que se espabilan y la arman, la de siempre. Las otras, las teledirigidas ideológicamente por los maravillosos e infalibles “líderes revolucionarios” acaban siempre mal, haciendo el ridículo y convirtiéndose en dictaduras corruptas, por mucho que impriman recetarios, libros rojos o verdes. La revolución se consolida con la democracia formal o se va a la mierda tarde o temprano. A mí que me den a Lula y a Mandela. Al Castro, a los chinos herederos (?) de Mao y al Gadafi, que los metan ya en el geriátrico. ¿Estamos? Porque si en medio siglo de mando absoluto aún no han sabido fabricar una sociedad con libertades, que les den. Lo dicho, me quedo con Lula y Mandela.
Bueno, pues así estaban las cosas hasta que la ola democratizadora y esperanzadora que recorría las juventudes magrebíes internautas, ansiosas de libertades, se tropezó con Gadafi. Y éste, verdadera encarnación en la Tierra de esa Revolución islámica de los valores eternos que reparte dos euros al día a un pueblo cuya riqueza de petróleo le debería hacer acreedor de 6000 al año, desenvainó su flamígera espada y mandó tanques, ametralladoras y soldados mercenarios contra los manifestantes armados de temibles – temibles para él - pancartas.
Después de mucho pensárselo, los gobiernos democráticos del Mundo, representados en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, han decidido echarles una manita a los revolucionarios y, de momento, se han cargado a la aviación del sátrapa. Pero, que conste que la guerra la ha empezado él, con su soberbia, su vesania y su intransigencia. Haber negociado con su pueblo en vez de masacrarlo.
No sé si este asunto se llevará bien o mal. Y si al final el remedio no será peor que la enfermedad. Sinceramente, no lo sé. Pero creo que no se podía hacer otra cosa si queremos mantener un mínimo de dignidad en nuestras democracias. Habrá que vigilar que los militares no se pasen, que los que obtengan el poder, cuando Nerón se pegue el tajo, sean los verdaderos representantes del pueblo, no jefecillos tribales ni “lenines” de vía estrecha. Habrá que ser muy sabios para no meter la pata… Es verdad. Habrá que seguir vigilando a los que hemos votado no solo para que nos defiendan sino para que construyan un Mundo digno a nuestro alrededor.
Pero lo que más me jode es la caterva de buitres carroñeros que en este pobre país aprovechan para comerle los hígados a Zapatero, el de los tristes destinos, con la excusa que sea. Que la gentecilla del PP aproveche para comparar Libia con Iraq y devolverle así la bofetada a ZP no es de extrañar. Se la tenían guardada desde hace mucho tiempo, y ese es su estilo y su poca vergüenza. Pero que la izquierda, unida o no, le siga el juego a la derechona con tal de arrancar del cadáver sanguinolento de Zapatero unos cuantos escaños, cuyo precio va a ser, me temo, cuatro años - por lo menos cuatro, una eternidad - de gobierno casposo, elitista y carpetovetónico, vamos, que no se lo perdono, ni al Llamazares ni al Cayo ni al Lucero del Alba.
¿Pero, qué pueden decir a favor de la paz y la libertad los que secundaron sin rechistar la mayor falsificación revolucionaria de toda la Historia? Amos, anda. Comparar el acuerdo del Consejo de Seguridad sobre Libia con la foto de las Azores es una canallada, y a los que practican esta clase de insidias SE LES VE EL PLUMERO. ¿Vale?
En fin: qué pena que cuando la República Española se vio inerme frente a los fascistas de Hitler, Franco y Mussolini, no hubiera habido una ONU, y unos gobernantes democráticos europeos – por supuesto burgueses, ¿se puede, o se quiere, ser otra cosa? – que hubieran decidido actuar a favor de la Democracia en España y hubieran aplastado a la Aviación Legionaria Italiana y a la Legión Cóndor. ¿O no estamos hablando de la misma cosa?
Pues, eso.
Miguel Ángel Pérez Oca.





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