domingo, 26 de febrero de 2012

"AMIGOS" POLICÍAS Y NIÑOS "ENEMIGOS"



No sé si me siento trastornado, sobrecogido o indignado desde que vi a ese jefe de la policía dando golpes en su mesa y calificando a los alumnos, adolescentes menores de edad, del Instituto Luís Vives de Valencia, de "ENEMIGOS". Y lo decía justificando la somanta de porrazos que sus "chicos", los "polis buenos" a sus órdenes, habían propinado a unos cuantos chiquillos que se manifestaban a la puerta de su colegio para pedir que la Generalitat pagase de una vez el recibo de la luz y pudieran tener calefacción en esos días de ola de frío. No sé qué le pasa a ciertos policías que en cuanto la Derecha gana las elecciones, sacan la porra para poner en su sitio a los súbditos que, por lo visto, han dejado automáticamente de ser Pueblo Soberano. ¿Será que ha resucitado Franco? ¿Será que el fantasma del General Mola vaga todavía por las dependencias policiales que dirigió antes de traicionar a su Patria y convertirse en el Director del Golpe de Estado que inauguró nuestra Guerra Civil? A mí esta clase de gente me produce náuseas y escalofríos, me descompone el cuerpo, y me confirma con sus ademanes que su ideología más o menos oculta les hace incompatibles con un Estado de Derecho. Si el señor Rajoy y su Gobierno son verdaderamente demócratas (?) deben cesar de inmediato a ese amable y comprensivo señor y mandarlo a casa, eso sí, con una buena pensión de jubilado, no se nos vaya a quejar y se manifieste en la calle esa que era de Fraga, y sus antiguos compañeros le partan la cara con la benefactora y didáctica porra de goma. ¡Qué vergüenza!

Ayer por la mañana, sin ir más lejos, explicaba yo a unos chicos del 15M un triste suceso que tuvo lugar en la Plaza del 25 de Mayo (el bombardeo del 25-5-1938), cuando unos policías locales pretendieron que nos disolviéramos, ¡como en los peores tiempos del franquismo! Por supuesto, no les hicimos ni caso y por la tarde el pueblo alicantino le dio una soberana lección, con la manifestación más multitudinaria y pacífica que recuerdo, a todos esos nostálgicos obsoletos que se creen que cada vez que la Derecha gana unas elecciones resucita cierto Generalísimo. Que a ver si el PP se decide de una vez a marcar claramente la diferencia entre un demócrata de derechas y un energúmeno fascista, y se ocupa de que todo quede claro. Sería de agradecer y de respetar, digo yo. Aunque, por lo visto, tienen un grandísimo problema dentro de sus filas, ya que solo hay un partido de derechas, ellos, y dentro cabe desde la extrema a la más moderada y liberal. Pues que se aclaren de una vez.
Mi amiga, la magnífica poeta (ella no quiere que se le llame poetisa) Julia Díaz Climent ha compuesto un poema dedicado a los chicos del Instituto Luis Vives que recibieron la agresión injustificada de unos policías nada profesionales. Ahí va:


"Aprender a ser pueblo y ser pueblo tan joven,
enseñar a ser pueblo y hacerlo en las aceras
entre mentiras y golpes que os escupen.
Aprender a ser pueblo y enseñarnos
la ingenuidad, la audacia necesarias,
la dignidad y el alma obligatorias.
El corazón galopa herido por las calles
gritando pueblo, floreciendo ramas
en el centro del sueño y el silencio,
vuestras voces nos hacen
contener el cuenco cenital de la esperanza.
Quieren creer que la palabra pueblo,
que la conciencia pueblo está talada,
que agonizó un día en que nadie se miró a los ojos,
un día en que nadie se encontró la cara.
Mas su raíz existe en el abrazo
en el joven que besa ,
en la sonrisa azul de una muchacha,
en la dulzura primera que salió a las plazas,
Aprender , enseñar, salir, encontrar.
Aprender a ser pueblo y ser tan joven
enseñar a ser pueblo y hacerlo en las aceras
entre mentiras y golpes que os escupen
más allá del espacio cómodo y finito de las casas."

"A mis queridísimos jóvenes valencianos que han dado una lección a sus mayores en la calle. Muchachos y muchachas que traéis con vuestro grito la esperanza. Julia Díaz Climent."


Por la transcripción y el artículo.
Miguel Ángel Pérez Oca.

martes, 21 de febrero de 2012

TRISTES GUERRAS





La guerra es la actividad más vergonzosa y terrible del ser humano. Una batalla es el espectáculo más repugnante de cuantos nos podamos imaginar: miles de personas asesinándose con saña, enloquecidos por los más bajos instintos. Es lo que pienso. En la Tertulia de la Bodega de Adolfo nos pusimos como "deberes" escribir algo sobre este tema, la guerra. El resultado, por mi parte, fue el relato que os adjunto, titulado "El viejo desertor".






EL VIEJO DESERTOR.
Lloviznaba sobre el puerto de Alicante. Miles de republicanos cansados, sucios, vencidos, esperaban en vano los barcos del exilio bajo los tinglados castigados por las bombas. De vez en cuando se oía un tiro de pistola, y un hombre caía al suelo con la sien perforada en medio de la indiferencia abstraída de sus vecinos de infortunio. Tres camaradas se acurrucaban alrededor de una pobre hoguera hecha con maderas de un cajón roto. En una marmita asentada sobre dos ladrillos, comenzaba a hervir el agua de un café; y uno de ellos, el capitán, removía el líquido negro con su navaja suiza de mil usos. Otro, comisario político, embutido en su raída cazadora de cuero, miraba a hurtadillas a su alrededor por debajo de la visera de su gorra ladeada.
-No vendrán los barcos. No vendrán. Me lo ha dicho el comandante Etelvino Vega. El último fue el Stanbrook… Y el próximo será de Franco y nos freirá a cañonazos.
El tercero era un sargento que había sido miliciano anarquista de la Columna Maroto, antes de ser encuadrado a la fuerza en el Ejército Regular.
-Ya lo sé – dijo con voz ausente -. Lo sabemos todos. ¿Por qué te crees que se han suicidado todos ésos? Ya no hay nada que hacer sino prepararse para la prisión y la muerte. Los italianos nos esperan ahí fuera y mañana nos obligarán a escoger entre rendirnos o morir acribillados. La República ha muerto, la guerra se ha perdido…
-La guerra se perdió en la retaguardia – destiló el comisario con rabia – por culpa de los imbéciles que querían hacer la revolución antes que ganar la guerra.
-Cómo yo, ¿verdad? – preguntó con sorna el anarquista, mientras el otro asentía en silencio con gesto despectivo, y se volvió hacia lo alto del faro metálico de la bocana, donde un loco gritaba obscenidades antes de lanzarse al vacío.
-¿Os acordáis del viejo desertor? – dijo de pronto el capitán, saliendo de su mutismo. Se le había derramado el café, apagando la triste hoguera.
-Si, me acuerdo de él como si estuviera aún delante de nosotros – decía el sargento anarquista, mirando acusadoramente al comisario -. No debimos fusilar a aquel pobre hombre.
-¡Pues, sí! ¡Había que fusilarlo! – protestó el comisario – Había que mantener la disciplina. Si el capitán no lo hubiera mandado fusilar, todos los reclutas lo habrían imitado huyendo en desbandada. ¡Había que ganar la guerra a los fascistas!
-Pues, ya ves, la hemos perdido – le reprochó el sargento – y nadie le devolverá la vida al viejo infeliz. ¿Os acordáis? Lo trajo la patrulla, abrazado al saquito donde guardaba sus pobres pertenencias. Era un cabrero analfabeto, ni siquiera sabía de qué iba esta guerra. Solo quería volver a su pueblo, con su familia y sus cabras. Murió sin saber qué pasaba, con los ojos desorbitados de miedo y de sorpresa…
-Y yo le di el tiro de gracia en la sien, y sus ojos se me quedaron clavados en el alma para siempre – acabó el capitán, dando el tema por zanjado.
-No me rendiré. No, señor – dijo el sargento como para sí -. En cuanto oscurezca me tiraré al agua, a ver si consigo escapar nadando hasta la playa de San Gabriel.
-El coronel Burillo – afirmó el comisario - nos ha recomendado que nos quitemos las insignias e intentemos pasar por soldados rasos, pero yo no voy a renunciar a mi uniforme. Me fusilarán, lo sé. Soy un comisario comunista y me fusilarán, pero mi deber es morir con dignidad – y poniéndose en pie se dirigió a la entrada del puerto.
El capitán también se levantó y se acercó a las rocas de la escollera.
-Te lo debo, viejo desertor – dijo para sus adentros, y sacó la pistola para apoyarla en su sien. Era la misma pistola con la que un día había rematado al fugitivo.
Cuando sonó el disparo, nadie se movió bajo la llovizna en el puerto de Alicante.
Miguel Ángel Pérez Oca.











sábado, 18 de febrero de 2012

LA DERECHA Y SUS MENTIRAS









¿Y os asombran las mentiras del PP? ¿Os indigna que en la campaña electoral dijeran que no iban a abaratar el despido ni subir los impuestos y que lo hayan hecho nada más tomar el poder?



No debería chocaros lo más mínimo porque la mentira es consustancial a la derecha. Ellos no pueden sobrevivir sin engañar al pueblo. ¿Por qué? Pues porque no se pueden defender los privilegios de la minoría económicamente poderosa y a la vez ganar unas elecciones democráticas, sin engañar a la mayoría explotada para que los vote. Así de sencillo. Diáfano y claro como la Ley de la Gravedad.



Corto y cuelgo.



Miguel Ángel Pérez Oca.

miércoles, 15 de febrero de 2012

CONVIVIR CON ASESINOS.






Estoy leyendo “El Holocausto Español” de Paul Preston y se me ponen los pelos de punta. Nuestra Guerra Civil no fue, precisamente, una aventura épica de héroes y nobles luchadores por la Patria y los valores humanos - que los habría, sin duda, en ambos bandos -. Aquello fue una masacre asquerosa, fomentada por el odio y el desprecio secular de unos privilegiados que veían al pueblo trabajador como si de una raza inferior se tratase, formada por unos braceros y obreros cansados de sufrir humillaciones, abusos y hambre por parte de los “señoritos” y sus aliados, militares coloniales, guardias y curas serviles. Los abusos de los militares africanistas, embrutecidos en el asesinato sistemático de los musulmanes que defendían su tierra contra los intereses de los propietarios de minas y comerciantes de fortuna, habían cristalizado en una vergonzosa guerra colonial donde desastres como el de Anual pusieron de relieve la corrupción y la incompetencia que desveló el Expediente Picasso. Esta gente inmisericorde se había acostumbrado a matar y torturar a los que consideraban subhumanos y siguieron haciéndolo en la Península, primero para sofocar la Revolución en Asturias y después en la Guerra Civil. Las matanzas de Yagüe, Mola y Queipo de Llano, exacerbaron el ansia de venganza popular, que se materializó en la orgía de violencia de una revolución que parecía reclamar sangre. En ambos bandos se cometieron atrocidades, aunque con una cierta diferencia cualitativa. En la zona republicana estuvo protagonizada por revolucionarios utopistas incontrolados hasta que el Gobierno pudo hacerse de nuevo con las riendas, allá por 1937. Los asesinos pagaron en la posguerra - algunos durante la misma guerra y a manos de los propios tribunales de justicia -, la mayoría fusilados por los franquistas, y otros con el exilio. Pero en el bando llamado “nacional”, la violencia y el terror ya figuraban en los planes de los golpistas antes del mismo golpe. Son espeluznantes las instrucciones de Mola a sus compañeros de sublevación. La violencia, la masacre, el genocidio de izquierdistas estuvo planificado y organizado desde un principio y se prolongó durante muchos años de posguerra. Se traba efectivamente de un genocidio, de la exterminación planificada y sistemática de un grupo humano que, si bien no se definía racialmente, si lo hacía en su ideología, anarquista, socialista, comunista o, simplemente, democrática, como el caso vergonzoso de Eliseo Gómez Serrano, director de la Escuela de Magisterio de Alicante.
Sin embargo lo que a mí más me aterroriza, más me espeluzna, no es el ingente montón de cientos de miles de muertos del terror y la venganza, sino el hecho ineludible de que para perpetrar tamaña monstruosidad hacía falta una legión de asesinos, miles de asesinos fanáticos o corrompidos, embrutecidos en su vesánico proyecto. A mi lo que me horroriza es que me he pasado la niñez y la juventud conviviendo con monstruos homicidas; que quizá el bondadoso y amable profesor de Formación del Espíritu Nacional, o el cura campechano, o el educado vecino de enfrente, y después el sargento o el capitán de mi servicio militar, pudieran haber sido en su día gentes brutales manchadas de sangre de inocentes, verdugos, delatores y jueces injustos. Y que no se murieran después de vergüenza y arrepentimiento, que asistieran los domingos a misa – o la celebraran – y comulgaran sin verse afectados en su conciencia y, es más, que estuvieran dispuestos a repetir las atrocidades que les dieron la victoria. Los que tenemos cierta edad hemos convivido con una generación mayor donde los monstruos asesinos superaban con mucho la media de los pueblos civilizados. Eso tenemos en común con los alemanes de la posguerra mundial, con la diferencia de que nuestros monstruos murieron de viejecitos y se fueron de rositas. Al menos ellos tuvieron su Nuremberg.
Aún hoy se le tapa la boca al Juez Garzón por intentar esclarecer estos hechos.
¡Qué horror!
Miguel Ángel Pérez Oca.

sábado, 11 de febrero de 2012

CAMPS, GARZÓN... ¿URDANGARÍN? EL MUNDO AL REVÉS.













Había una vez una bruja hermosa, un pirata honrado... un juez "delincuente" y un (presunto) corrupto "no culpable". España es un mundo al revés.








Yo me pregunto dónde reside la legitimación democrática del Poder Judicial en este país. ¿Cuándo hemos participado, directa o indirectamente, en unas elecciones a jueces? Porque ya lo dijo Montesquieu: los tres pilares del Estado son el Poder Ejecutivo (Gobierno), el poder legislativo (Congreso y Senado) y el Poder Judicial (Jueces). Cada cuatro años participamos en elecciones al poder legislativo, que a su vez conforma el gobierno por mayorías cualificadas, tanto en el Estado Central como en las autonomías, con resultados más que discutibles, pero inapelables: tenemos el gobierno y las cámaras que nos merecemos. Y es que no hay cosa más tonta que un pobre de derechas. Pero es lo que hay y no queda más remedio que acatarlo. Sin embargo, respecto a los discutidos y discutibles jueces, ¿de donde viene el deber "democrático" de acatar sus sentencias, si nunca los hemos elegido? ¿Cuándo el Pueblo Soberano les ha conferido su poder sobre la libertad personal de los ciudadanos y la sanción de sus presuntas faltas?


Los últimos acontecimientos jurídicos, que al manos a mi me abochornan y me indignan, deberían hacernos meditar sobre este asunto cuya discutible pureza democrática se nos hace cada vez más evidente.


¿No les parece a ustedes, amigos y sufridos ciudadanos?


Pues, hala, a pensar, aunque a algunos les moleste.


Miguel Ángel Pérez Oca.

martes, 7 de febrero de 2012

¿CONQUISTO MALLORY EL EVEREST?





Es una vieja cuestión. En 1924 los alpinistas británicos Mallory e Irvine partieron desde su campamento base (en la foto) a la conquista del Everest, la montaña más alta del mundo. Nunca regresaron, pero, ¿llegaron a la cima? He seleccionado esta historia para mi intervención en las Tertulias de la Bodega de Adolfo. Mi afición al montañismo queda patente.










EN LA CIMA DEL MUNDO.
-¿Por qué quiere usted subir a esa montaña? – le había preguntado un periodista.
Y George Mallory había respondido: “Porque está ahí”. Y ahí estaba al fin, después de varios intentos fallidos. Le iba a costar la vida, pero no podía volverse atrás, porque la cima del mundo, la cima del Everest, estaba ahí, casi al alcance de sus botas.
Hacia tan solo una hora - aunque le parecía un suceso remoto, perdido ya en la lejanía de los tiempos - que su compañero Irvine se había despeñado por un precipicio de roca y hielo y ahora yacía en el fondo del glaciar, roto e inalcanzable. Él había intentado evitar el desastre lanzándose a la ladera opuesta de la arista Noreste y clavando su piolet en la nieve blanda, pero la cuerda de cáñamo, helada y quebradiza, se había partido contra unas rocas afiladas como cuchillos.
Ahora Mallory estaba solo, estaban solos los dos, la cima y él. Y sabía que iba a morir congelado o despeñado. La cuestión era si la muerte le llegaría antes o después de coronar la cumbre. Sentía cómo la congelación se apoderaba de sus dedos hasta hacerle casi imposible manejar el piolet, y los pies ya aran dos carámbanos dentro de las botas. Sus pulmones apenas podían extraer oxígeno de aquel aire sumamente enrarecido; pero sus piernas todavía le impulsaban poco a poco, con pasos lentos y rotundos hacia una cima cuyos penachos de nieve en polvo se perdían sobre los valles vertiginosos.
Y al fin se vio en la cima, en la mismísima cima del mundo. Ya no había nada más alto que él en todo el planeta. Miró a su alrededor a través de sus gafas medio empañadas por su propio aliento congelado. A sus pies le rendían pleitesía los demás gigantes, el Nanga Parbat, el Canchenjunga, el Lotse, el Annapurna, hermanos menores del gran Chomolungma, el señor de los dioses, que los ingleses llamaron Everest.
No pudo tomar ninguna fotografía de aquel momento, pues la cámara la llevaba Irvine y se había despeñado con él. Sacó de su bolsillo un retrato de su esposa y lo enterró en la nieve, a sabiendas de que los vientos acabarían exhumándolo y llevándolo Dios sabe a dónde. Solo si volvía vivo al campamento base, podría enterarse el mundo de que el Everest había sido conquistado. Y esa esperanza le daba sus últimas fuerzas y alimentaba su voluntad. Pero su cuerpo había llegado a tal estado de extenuación que dudaba mucho que fuera capaz de desandar lo andado, él solo, por aquella nieve blanda y traidora y aquellas rocas negras y cortantes, azotadas por el helado ventarrón del Himalaya. Volvió sobre sus pasos cada vez más lentamente, más vencido, más débil, dejando sola a la cima en su tremenda inmensidad...
Mallory e Irvine no regresaron nunca al campamento base. El Everest fue conquistado oficialmente en 1953 - veintinueve años más tarde - por el neozelandés Hillary y el sherpa Tensing, que usaron botellas de oxígeno. En 1999 se encontró el cuerpo de Mallory a 500 metros de la cumbre; tenía una pierna rota y no llevaba consigo la fotografía de su esposa que quería dejar en la cima del mundo.





Miguel Ángel Pérez Oca.

jueves, 2 de febrero de 2012

¡MALDITOS VIRUS!



Os ruego me perdonéis esta semana de silencio, pero es que he sufrido el ataque de un virus maldito que me ha dejado el ordenata patidifuso. Afortunadamente había guardado los documentos más importantes en un pendrive y he podido recuperar casi todo.



Me gustaría saber qué sacan los malnacidos de los virus sembrando la confusión el el mundo de Internet. ¿Lo hacen por dinero? Habría que ver a quién beneficia este estado de cosas. Y no quiero señalar.



En fin, qué le vamos a hacer.



Miguel el escocido.