martes, 31 de julio de 2012

BLA, BLA, BLA...


Cuando las palabras adquieren más importancia que la realidad que representan, lo que ocurre con demasiada frecuencia, las cosas no pueden ir bien. Cuando el dinero es más importante que la riqueza, las siglas más importantes que las personas, las banderas más importantes que los ciudadanos, cuando el sabio señala una estrella y los tontos le miran el dedo, las cosas se ponen feas y viene una crisis. Eso parece ser lo que nos pasa: La prima de riesgo es más importante que la educación y la sanidad, y las fluctuaciones de la Bolsa nos inquietan más que los desahucios de las familias cuyos miembros han perdido su trabajo...
Viene esto a cuento porque en la Tertulia de Adolfo nos propusimos escribir sobre LAS PALABRAS, y yo he presentado esta narración. La cosa ocurre en el siglo XVI durante la caída de Constantinopla en poder de los turcos, mientras los senadores bizantinos discutían sobre el sexo de los ángeles, pero es una situación extrapolable a nuestras circunstancias de hoy día. La Historia se repite, desgraciadamente.


BLA, BLA, BLA…
            En mayo de 1453, Su Alteza Imperial Constantino Mamarrachis, hijo menor del Emperador y presidente del Senado de Constantinopla, interrumpió la animada discusión de los senadores sobre el sexo de los ángeles, para decirles:
            -Los turcos nos han mandado un mensaje conminándonos a la rendición inmediata. Si no lo hacemos, tomarán la ciudadela al asalto y la quemarán.
            Los sabios padres de la Patria cesaron de mala gana en sus acalorados discursos. Al fin y al cabo, ¿qué importancia podía tener la caída de la ciudad, por muy Capital del Imperio que fuese, al lado de una cuestión teológica tan fundamental como la de considerar si en los cielos hay ángeles y ángelas?
            -La denominación de “turcos” para nuestros enemigos no me parece muy correcta – le recriminó el Eminentísimo Fabio Karakulos, secretario del Senado y famoso gramático -, puesto que esa palabra solo define su procedencia geográfica y no sus características culturales. Yo diría que es más adecuado llamarlos “otomanos”.
            -Está bien, Eminentísimo Fabio – respondió Mamarrachis con disgusto -, los llamaremos otomanos, pero démonos prisa en tratar esta cuestión, puesto que, además de exigirnos la rendición, nos proponen que les paguemos un rescate por nuestras vidas.
            -Rescate, rescate… qué mal me suena esa palabra… - intervino el Ilustre Senador Valentiniano Tontilokos, con aprensión -. ¿No sería mejor decirle al pueblo que tenemos que entregar una cuantiosa cantidad de fondos públicos a cambio de severos recortes en nuestra soberanía y servicios sociales? Es que rescate… No sé, me temo que si lo anunciamos así, sin más, subirá la Prima de Riesgo y se hundirá la Bolsa.
            -Querrás decir que ascenderá la inseguridad económica que habremos de asumir y, consecuentemente, descenderán las cotizaciones del mercado de valores, ¿verdad?–puntualizó el Muy Honorable Valerio Tikismikis, presidente del Banco de Bizancio.
            -Creo que utilizar términos sencillos, como “Prima de Riesgo” y “Bolsa”, resulta más comprensible para todos nosotros – insistió  el senador Tontilokos.
            -Precisamente por eso. Para nosotros, sí; pero no conviene que el pueblo sepa demasiado de política y economía, al menos mientras ignore si los ángeles tienen sexo, que es una cuestión importantísima para la salvación de sus almas – insistió el senador Tikismikis -Acordaos de lo que pasó cuando nos pusimos a discutir sobre si la unión de dos gays es o no un matrimonio, y la gente tomó partido, desautorizando a este Senado.
            -No se dice gay. Se dice homosexual.
            -¡Eso no es un matrimonio! Es una unión de hecho y un pecado nefando…
            -Pues, en cuanto al sexo de los ángeles…
            De nuevo se había armado el guirigay en el Senado de Constantinopla.
            -¡Silencio! – impuso el príncipe Mamarrachis – A ver si va a ocurrir como cuando discutimos durante años sobre si nuestra lengua es griega o helena; y mientras vienen los turcos… u otomanos, asaltan la fortaleza… o ciudadela y nos cortan el cuello…  o decapitan sin darnos tiempo de pagar el rescate… o entregar los fondos…
            -¡Es obvio que lo que hablamos es griego! – gritó un honorable senador.
            -De eso nada, es heleno.  
            -Hay ángeles machos y hembras…
            -¡Mentira! Los ángeles no tienen sexo…
            -Y si lo tienen, la unión de dos ángeles ¿es un matrimonio? ¿Y si son gays?
            -Pues el rescate y la Prima de Riesgo…
Y llegaron los turcos, u otomanos, y los decapitaron, o cortaron la cabeza; menos a Mamarrachis al que, en atención a su rango, solo sodomizaron… o sea, que le dieron… ¿por culo, por el ano, por el ojete, por saco, por jebe, por detrás…?
Bla, bla, bla, bla, bla…                                              Miguel Ángel Pérez Oca.

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