jueves, 11 de septiembre de 2014

¡INDEPENDENCIA!


Esa palabra, como muchas otras que se suelen escribir con mayúscula y gritarse con pasión sobrecogida, como Patria, Honor, Bandera, Gloira, son señuelos muy peligrosos que los demiurgos de la política, los carismáticos y malditos líderes, saben utilizar muy bien para mover a las masas en sus más bajas pasiones y reacciones viscerales. Y hay que llevar cuidado con ellas, no sea que nos fuercen a entregar nuestra independencia individual a quienes persiguen una utópica "Independencia" colectiva que ellos administrarían, me temo, en busca de la satisfacción de su prepotencia, de su lucro personal y su impunidad.
Hoy me he estremecido viendo el mar de senyeras estrelladas y camisetas amarillas y rojas que formaban la "V" gigante de Barcelona. Tanto fervor patriótico, tanto noble amor a la tierra, me dieron miedo. Porque esos efluvios de entusiasmo patriótico, o religioso, o futbolístico incluso, que llevan a las masas a correr detrás del listo de turno, los he visto ya repetirse tantas veces a lo largo de la historia... Desde las revoluciones hasta los fascismos, desde los integrismos decapitadores hasta las hinchadas de este u otro equipo, desde las banderas futboleras a las banderas asesinas... Tanto entusiasmo, tanto fervor... y tanto odio y tanta frustración individual sublimada en nombre de una patria, una bandera, un equipo...
"Madrid nos roba", decían unos jóvenes esta tarde, mientras a ninguno de ellos se le ocurría mencionar al "honorable" Pujol y su casta.
No sé si llegará la sangre al río, sea este el Ter, el Llobregat o el Manzanares, pero si ocurre, los nuevos líderes carismáticos tendrán sus deseados mártires con los que enajenar el entusiasmo de los cándidos patriotas que habrán sacrificado, una vez más, su independencia personal por una hipotética independencia política, que no les dará más democracia, ni más trabajo, ni más felicidad, si no tan solo un empacho de orgullo injustificado. Porque nadie es mejor que nadie por el hecho de ser catalán o murciano, blanco o negro, hombre o mujer. 
Cuando lo ideal sería que en este mundo ya no hubiera estados independientes, sino uno solo y global donde predominara la más completa y perfecta democracia. Porque de lo que se trata es de democratizar lo que tenemos, e insuflarle entonces el poder de nuestras voluntades, no fraccionarlo en compartimentos estanco de dudosas ventajas parciales para nuestros verdaderos intereses individuales y colectivos.
No sé si llegará la sangre al río, pero sería tan triste, tan miserable...
Miguel Ángel Pérez Oca.
    

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