sábado, 19 de marzo de 2016

LA GRAN DECEPCIÓN.


         El PP no necesitaba decepcionarme. Lo ha hecho desde siempre, o sea, desde que se llamaba Glorioso Movimiento Nacional y yo era pequeñito. Ciudadanos me pareció una derecha homologable y abrigué alguna esperanza de que fuera capaz de canalizar la mezquindad de los casposos conservadores carpetovetónicos hacia posiciones de derecha razonable y europea; pero ya veo que, puestos a funcionar y con el ejemplo deplorable de las derechas europeas al uso, son más de lo mismo. Ahora bien, mis esperanzas de toda la vida estaban en la Izquierda… ¿Llamaré Izquierda al PSOE? Desde que el impresentable Felipe González dijo aquella malvada estupidez de “Hay que ser socialistas antes que marxistas”, que no abrigo muchas esperanzas en los social demócratas hispánicos. Alguna vez me he hecho ilusiones, cuando Zapatero, e incluso cuando Rubalcaba; pero este Pedro Sánchez, guapito y artificial, me parece un guiñol, una marioneta manejada por oscuros compromisos, que se manifiestan en las famosas “puertas giratorias” donde los “felipes” acomodan sus mezquinas ambiciones de monosabio. Está claro que hay un imperativo secreto que hace imposible la confluencia de izquierdas, desde tiempos inmemoriales. Acordaos de Anguita y las preferencias de Felipe por aliarse antes con los nacionalistas vascos y catalanes que con sus presuntos “hermanos”. Ahora se ha vuelto a ver: Don Pedro prefiere el acuerdo con Ciudadanos antes que con sus hermanos proletarios. Porque, como dice él: “los números no cuadran con la Izquierda, solo”. ¿Y con la derechita de Rivera, sí? ¿Por qué no se buscó primero un acuerdo de izquierdas y después se propuso la negociación con la neo derecha, con la que tampoco “dan los números, solo”?
Hay un mandamiento secreto, desde la Transición, que impide los acuerdos de gobierno entre PSOE y la Izquierda de verdad ¿Estamos? Pues, eso. Pero la decepción no acaba ahí. Cuando las elecciones del 20 de diciembre cambiaron el panorama político proclamando el fin del bipartidismo, lloré de alegría. Ahora me arrepiento de haberlo hecho. Porque todos, ¡TODOS!, me han defraudado. El mesiánico Pablo Iglesias y sus muchachos están sometidos a las tensiones internas que les provoca tanto friki en sus asambleas maximalistas. No se puede ir por la vida política con un Todo o Nada por divisa. Hay que negociar, someterse a un Programa Mínimo a falta de un maravilloso Máximo al que solo se puede acceder (y con reservas) cuando se conquista la mayoría absoluta, impensable en este momento de tetra o multi partidismo. No se puede, pero si se manifestasen razonables y tragasen con alguna limitación a sus ambiciones legítimas y dignas (que conste que lo son, aunque no posibles al 100% en este contexto), ¿qué dirán los frikis de sus asambleas?. Podemos, más que un partido es una moda, y se puede disolver en multitud de grupúsculos iluminados por la verdad intransigente. Las “Mareas”, Compromís, las confluencias madrileñas y barcelonesas, etc. pueden saltar de la olla a presión en cualquier momento y el 15M será como el Mayo de 68, un bello recuerdo bajo los adoquines del “establisment”. Tendrían que aprovechar el momento, porque si lo dejan pasar y hay que ir de nuevo a las elecciones, la gente no se lo va a perdonar y se quedarán solitos con sus frikis y sus tonterías.
 Dejadme aquí que deje constancia de una honrosa y entrañable excepción: Para mí, la única opción razonable y constructiva de izquierdas es la que representa Alberto Garzón de Izquierda Unida, digno heredero de Anguita el honesto; pero la maldita Ley Electoral y los desprecios y maniobras de Iglesias y sus muchachos los han reducido a una posición que no pasa de testimonial.
Y en la periferia de este follón está la causa catalana, el señuelo de una independencia imposible e imposibilitadora (señuelo de los Pujol, Mas, etc. para ocultar sus pecados), que aún enrarece más la posibilidad de una armonía entre la izquierda y el centro izquierda. Si no dices que apoyarás el referéndum, se te marcha la izquierda periférica, y si lo apoyas, no hay manera de que trague el tándem PSOE-Ciudadanos y sus tabús de que “se rompe España”.
¿Es tan difícil hacer ver al electorado periférico que la actual Constitución (que se pactó entre franquistas e ilusionados y condescendientes demócratas dispuestos a bajarse los pantalones con tal de ser libres), imposibilita un referéndum de autodeterminación y que su modificación es impensable con un Senado en manos del PP? ¿Es imposible llegar a un acuerdo para una legislatura corta (1 ó 2 años) en la que se aprueben las leyes y medidas más urgentes, en las que todos (salvo el deleznable y corrupto PP) estén de acuerdo? ¿Dónde está la voz que imponga el sentido común? En la entrevista del bar, con el divino Ébole, Pablo y Albert estaban de acuerdo en muchas cosas, en general, con las más urgentes. Yo me pregunto si Évole tendría que llamar a ese dichoso bar a los tres o cuatro dirigentes implicados, a ver si delante de unas cervecitas llegan al acuerdo que les exige el pueblo.
            Porque si no, que se vayan a hacer puñetas… Todos.
                                                                      

                                                                                            Miguel Ángel Pérez Oca.  

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