miércoles, 17 de agosto de 2016

TAN CERCA, TAN LEJOS...



El tema de la Tertulia de ayer era "Cercanía" y yo aporté estos dos trabajos que os pongo a continuación. Primero, la redacción en prosa:

SIN TU CERCANÍA TODO SON LEJANAS INMENSIDADES.
            Camino por el sendero, entre los troncos gigantescos de los pinos centenarios y los helechos que cubren la tierra húmeda y fría de la noche. Te añoro, y todo me parece extraño y lejano, mientras no divise las luces de la cabaña donde me espera tu mirada limpia, tu cercana, amplia y maravillosa sonrisa, tu carne firme y deseada. Alzo la vista y contemplo las estrellas que se asoman entre las copas de los árboles. Están tan lejos… Son tantas y tan remotas. Cien mil millones de estrellas hay en una galaxia, de los miles de millones que, dicen los sabios, hay en este inmenso Universo. Allá lejos, alrededor de esos hornos nucleares del cielo, donde se forjan los elementos que hoy constituyen nuestros cuerpos, debe haber, necesariamente, otros mundos habitados por seres que también sienten su soledad interior y la brevedad de sus tiempos. ¿Cuántos de ellos, esta misma noche, estarán atravesando un bosque frondoso en busca de la cercanía de algún ser amado y deseado, que les compense de tan enorme y terrible soledad?
            Pienso en ti y me imagino cómo tus pensamientos recorren las redes intrincadas de tus neuronas, en mi busca. Cien mil millones de neuronas guarda tu cerebro, y el mío, y los de los otros siete mil millones de seres humanos que habitamos este planeta minúsculo. ¿Te das cuenta? Tantas neuronas como estrellas en una galaxia y tantos cerebros como galaxias. Y si cada una de esas células nerviosas abriga tan solo un ligero destello de consciencia, la suma de todos ellos es tu pensamiento. Sé que piensas en mí desde tu inmenso y lejano interior. Y comprendo que tú y yo, y todos los demás, somos los legítimos habitantes de estos mundos cercanos de lo cotidiano, pero que estamos suspendidos entre dos inmensidades: la exterior, llena de estrellas y galaxias junto a las cuales nada somos; y la interior, repleta de neuronas, moléculas y átomos inconcebibles, en una realidad que nos es todavía más ajena y remota que los espacios siderales.
            ¿Qué somos tú y yo? ¿Por qué añoramos nuestra falsa cercanía? ¿Cómo nuestra consciencia salta del uno al otro por encima del inmenso precipicio de lo microscópico, bajo la gigantesca bóveda de los cielos? No sé explicarlo, ni apenas concebirlo, y el eco   de mis pasos en el barro del camino me devuelve a la realidad de mi mundo humano.
            ¿Te he dicho que me das miedo? ¿Te he dicho que, a pesar de ello, amo ese terror que me inspiras? Sé que no podré acceder nunca al interior de tu mente. Sé que lo que veo de ti es un reflejo lejano de la realidad que eres; que tu figura amada, que tus palabras llenas de significado, que tus caricias y tu tacto son solo ecos que llegan a mí a través de un laberinto de redes nerviosas; como tu imagen de mí en tu consciencia no ha de ser más que un eco lejano e impreciso de este interior mío que te ama y te teme.
            Inmensidades lejanas contra cercanía. Imposibilidad de verdadero contacto. Aislamiento de las consciencias entre tantas enormidades…
            He dejado atrás el bosque y allá arriba, en la colina, diviso ya nuestra cabaña. Hay luz en la ventana, y de lo alto de la chimenea surge un fino y delicado hilo de humo, iluminado por la Luna gibosa que acaba de aparecer tras las cumbres nevadas. Las estrellas, pudorosas, ceden a la cercana luz del satélite, y desaparecen cual si fueron vergonzosos ojos que se cerrasen. Solo permanecen en lo alto los planetas testarudos y firmes: el brillante Júpiter, un Saturno amarillento, Marte el rojizo, enemigo de Antares, y alguna estrella demasiado luminosa para escabullirse, como Sirio, Rigel, Aldebarán y Betelgeuse. El cielo se ha tornado lechoso, de un gris sin matices, vulgar y revelador, y de pronto han desaparecido todas las lejanías; y con ellas se han marchado mis miedos.
            Vuelvo a ser yo, corriendo por el sendero hacia la puerta de la cabaña. Dentro estás tú, tan cercana, tan firme y verdadera como si mis sentidos fueran capaces de desvelarme la auténtica realidad… aunque un escalofrío de vago terror recorra mi espalda mientras te abrazo. La cercanía, en el fondo, es una ficción maravillosa.

                                                                                         Miguel Ángel Pérez Oca.

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