"Giordano Bruno, el loco de las estrellas" fue la primera novela publicada por mí, en el año 2000. Desde entonces he hecho muchas cosas, que os ofrezco, porque la vida sin compartir no es nada.
martes, 31 de enero de 2017
VISITA A LA GENERALITAT.
jueves, 26 de enero de 2017
CAMINOS QUE SE UNEN.
También para la Tertulia de ayer, presenté este poema que había compuesto en el 2001 para la boda de mi hija Natalia con Toni. No es nuevo, pero me pareció que su argumento encajaba perfectamente con el tema propuesto, "El mar y la soledad":
CAMINOS
QUE SE UNEN
(En la boda de Natalia y
Toni)
Yo navegaba en la mar
entre las olas y el
cielo,
sumido en mi soledad,
en un silencio de
hierro.
Mi universo era de
sal,
de peces y malos vientos,
de faros, de lejanías
y de rumbos más que
inciertos.
Vivías tú en la montaña,
muchas millas tierra
adentro,
y, muy triste, suspirabas
en tus vacíos
silencios.
Tu universo era de
rocas,
de arbustos, prados y
abetos,
de rebaños y cosechas
y de caminos sedientos.
Solo una cosa tenían
en común dos universos:
Por la noche las estrellas,
que presentían lo nuestro,
allá en lo alto lucían,
adornando el firmamento.
Un día fuiste a la playa
y ese día llegué a puerto,
y el amor nos presentó
en una calle del pueblo.
Y entonces una palabra
nació de los dos silencios.
Y nuestras dos soledades,
a partir de aquel momento,
ya no fueron soledades
ni rumbos ni vericuetos,
que formaron las dos
juntas,
en un milagro de acierto,
un Universo común
y una vida en su comienzo.
Y una vereda perdida
y un rumbo en el mar
abierto
se unieron como en un río
que ha de llevarnos muy
lejos.
No volveré a navegar
solo y triste con el
viento.
Jamás volverás a estar
silenciosa, tierra adentro.
Porque el amor se comparte,
como el agua en un
desierto,
cuando dos almas se abren
y se conocen dos cuerpos.
Miguel
Ángel Pérez Oca
(28-4-2001)
LA ISLA DE AGUSTÍN CRUSOE.
El tema de la Tertulia de ayer era "El mar y la soledad" y yo presenté este trabajo que espero os guste:
LA ISLA DE AGUSTÍN.
Agustín
Crusoe tenía un primo náufrago. En realidad, ambos coincidían en esa condición,
como en muchas otras cosas, y eso fue, según los astrólogos, porque además de
ser parientes y compartir el ADN, habían nacido el mismo día. Dicen los
cronistas de los primos Crusoe que solo ha habido otro caso de coincidencia
vital tan notable como éste, el de un tal Brian, contemporáneo de Jesús de
Nazaret y primo segundo de éste.
Así
que, casi en las mismas fechas en que Robinson naufragó, si bien en un océano
distinto, Agustín padecía una terrible galerna, a bordo de un bergantín del que
era cocinero. El Agamenón, nave de dos
palos y vela cuadrada, que desplazaba 62 toneladas de algodón y especias del Lejano
Oriente, se hundió en unos minutos, arrastrando consigo a toda su tripulación,
excepto al marinero Agustín, que en el momento de la desgracia supo aferrarse a
un arcón que guardaba armas y utensilios, a bordo del cual llegó a las orillas
de una isla desierta, donde inició una nueva vida.
Observó
con el tiempo que la isla era frecuentada por unos feroces antropófagos que
iban allí para realizar sus repugnantes ceremonias. Y en una de ellas, la
víctima se escapó y Agustín la escondió en su cueva, salvándola de convertirse
en pic-nic canibalesco. Era una preciosa nativa de ojos grandes y profundos y
voluptuosas curvas, cuyo nombre resultaba impronunciable. Así que Agustín
Crusoe la rebautizó con el nombre del día de la semana en que la había
conocido, feminizándolo convenientemente. Y la llamó Dominga.
Dominga
y Agustín se amaron muy pronto, aunque el destino quiso que no tuviesen
descendencia, no sabemos si por causas naturales o por efecto de ciertas yerbas
que ella ingería con regularidad y que el europeo bautizó como Pildoraria Antipreñata,
por si acaso acertaba y se llevaba la gloria del descubrimiento. Dominga era
muy ducha en el asunto de las infusiones y bebedizos, pues no en vano su abuelo
había sido el hechicero de la tribu. Así que también le proporcionaba a su
pareja de piel pálida otros mejunjes vegetales de efectos prodigiosos, a los que
el náufrago, en su afán de descubridor botánico, dio como nombre científico Viagravegetalia
Polladuris. Y así, gracias a estas ayudas, fueron muy dichosos y sus vidas
transcurrían de forma placentera y distendida.
Pero,
una mañana muy tempranito, un navío de gran porte y velas blancas como la nieve
se destacó del horizonte. En principio, Crusoe y Dominga, contentos como unas
pascuas, encendieron una gran hoguera para llamar su atención. Y lo consiguieron.
La nave ancló en una pequeña cala cercana a la cueva de Agustín y su compañera,
que se presentaron a la tripulación con gran alegría por saber que estaban al
fin rescatados. Sin embargo, aquellos tipos se dedicaron desde el principio a
talar el precioso bosque que adornaba la isla, según decían, en busca de madera
de repuesto. Después, sus pérfidas miradas hacia la inocente Dominga que iba de
un lado a otro en pelotas, empezaron a inquietar a Agustín; y más cuando
observó que ella le hacía ojitos al bizarro capitán del barco. Además, los
marinos, una vez que acabaron con el bosque, se dedicaron a masacrar a cuantos
animalitos de toda especie habían constituído el alimento de Crusoe.
Así
que cuando el barco partió, dejando la isla hecha unos zorros, Agustín vio
alejarse la costa con cierto desconsuelo. Máxime cuando sorprendió a Dominga
haciéndole una felación al capitán Smith. Sin pensárselo dos veces, se lanzó
por la borda y regresó a nado a las playas doradas. Y allí se quedó. Confiaba
en que, dado el clima del lugar, el bosque volvería a reverdecer, los
animalitos supervivientes se reproducirían muy pronto y los caníbales volverían
a traerle compañía, aunque esta vez no se llamase Dominga, sino Marta, por ser martes
el día de su conocimiento.
De momento, y
ante el salvajismo demostrado por sus paisanos, prefería quedarse solo en su
isla, en medio del mar.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
martes, 24 de enero de 2017
LAS EMBAJADAS JAPONESAS DE LOS SIGLOS XVI Y XVII, LA PELÍCULA "SILENCIO" DE SCORSESE Y LA HISTORIA DE ALICANTE.
Hasekura Tsunenaga en un cuadro que llevó de regreso a Japón. Se pueden observar las huellas de sus dobleces, al ser transportado sin el bastidor.
El pasado viernes 13 de enero de 2017, el diario alicantino INFORMACIÓN me publicó esta carta en su sección "El lector opina":
LA PELÍCULA “SILENCIO” Y LA HISTORIA DE ALICANTE.
Estos días se ha estrenado en los
cines de Alicante la película “Silencio” del director Martin Scorsese. La acción transcurre en el Japón
del siglo XVII, durante las persecuciones contra los cristianos evangelizados
por los jesuitas de Francisco Javier. Precisamente, uno de los personajes del
film, el padre Valignano, había organizado en 1582, un viaje de embajada
formado por cuatro jóvenes de alta cuna, en representación de los señores
cristianos de Bungo, Arima y Oomura, con objeto de visitar a Felipe II y al
Papa, en busca de apoyo para sus correligionarios. Pasaron por Alicante en las
navidades de 1584, causando gran sensación entre los alicantinos, que les
dedicaron grandes fiestas y honores. Su visita figura en las crónicas de
Bendicho (1640) y Viravens (1876). La prevención que despertaron esta y otras
embajadas entre los gobernantes japoneses y la creciente influencia de los
sacerdotes católicos, motivaron la reacción política que desembocaría en la
cruel persecución que relata la película. Mi
amigo japonés Iwata Ideaki, después de leer el capítulo dedicado a esta
embajada en mi libro “Alicante, biografía de una ciudad”, me ha facilitado el
punto de vista nipón sobre esta historia relacionada con nuestra ciudad y con
el film de Scorsese. Gracias, Iwata.
Según las crónicas de Bendicho y Viravens, esta visita a nuestra ciudad, de paso para Roma, pertenece a la llamada Embajada Tensho, promovida por los jesuítas portugueses. Según Bendicho, otros japoneses, esta vez acompañados por franciscanos, pasaron por Alicante de regreso de Roma a principios del siglo XVII, y se alojaron en el Convento de San Francisco, sito en el lugar que hoy ocupa nuestra Delegación de Hacienda. Se trataría de miembros de la Embajada Keicho (1613- 1617), que dirigió el caballero Hasekura Tsunenaga y dejó algunos de sus compatriotas en Coria, provincia de Sevilla, iniciando allí el apellido "Japón". Ambas embajadas, dirigidas a Felipe II y Felipe III, así como al Papa, tenían importantes intenciones políticas, que alertaron al poder imperial japonés que iniciaría años más tarde la persecución religiosa que culminó con la expulsión o apostasía de los sacerdotes implicados y graves castigos e incluso ejecuciones entre los fieles japoneses. Algunos señores feudales japoneses habían abrazado la fe católica en busca de una mayor independencia del poder central, mientras que jesuitas y franciscanos intentaban controlar Japón mediante la obediencia al Papa por parte de los gobernantes católicos japoneses. Este es el nudo de la cuestión cuyo énfasis echo de menos en la película de Scorsese, que solo lo esboza sin entrar en análisis alguno.
"Silencio" tiene un enfoque personalista sobre la situación espiritual y moral del último sacerdote católico en el sur de Japón. Su resistencia a la apostasía traería la desgracia y la muerte de sus feligreses en una disyuntiva que lo enfrenta a su fe y lo hace finalmente capitular. La película, para mi gusto, peca de un exceso de metraje. La primera hora se hace pesada y podría muy bien haberse acortado sin desmerecer para nada la historia. Por otro lado, el papel de victimas, mártires, de los católicos japoneses y su iglesia misionera contrasta - y eso no se ve en la película para nada - con la consideración de que en esos mismos tiempos, la Iglesia de Roma se mostraba en su más grave y prepotente intransigencia, con su Inquisición boyante que se dedicaba a quemar en la hoguera a los herejes, los falsos conversos y los científicos contestatarios, como el filósofo y cosmólogo Giordano Bruno, quemado en Roma el año 1600, o Galileo, encerrado de por vida en su villa de Florencia, tras haber sido forzado a abjurar de su copernicanismo.
Es una pena que Scorsese, tan sensible a los temas sociales, no hubiera aprovechado "Silencio" para proponernos una reflexión sobre las intransigencias religiosas y sus implicaciones políticas, tan aplicables a nuestra actualidad mundial..
domingo, 22 de enero de 2017
LA REVOLUCIÓN DE LOS BILLONARIOS.
Trump
está enfermo, tan enfermo como lo estaban Hitler, Napoleón, Calígula o Alejandro Magno. La sed
enfermiza de poder es una enfermedad mental, una enfermedad tan peligrosa que
puede acabar con la Humanidad. Hasta ahora los millonarios neoliberales habían
entendido que al pueblo hay que facilitarle poder adquisitivo, porque además de
ser trabajadores productores de riqueza, los verdaderos y únicos productores de toda riqueza,
puesto que las cuentas bancarias por si mismas no extraen minerales de las
minas ni fabrican automóviles, son consumidores y la relación entre producción
y mercado es el origen de la plusvalía de la que se nutren los dueños espurios del dinero.
Sin embargo, los billonarios, los excesivamente poderosos, aquejados de la misma enfermedad que Trump, han decidido darle una vuelta más a la tuerca. Pretenden, en
su estupidez, prescindir de los productores en la era de los robots, prescindir en última instancia de la molesta Humanidad y construir un paraíso para ellos solos. La única pega
de este proyecto inhumano es que una vez desaparecidos los pobres del entramado social, convertidos todos en marginales a olvidar, la riqueza no les serviría para nada a los ricos, porque ya no predominarían sobre una masa de súbditos y por lo tanto el concepto de rico no tendría sentido. La cuestión se resolvería a favor de los poderosos manteniendo vivos a duras penas a una humanidad de miserables trabajadores mal pagados sobre los que lucir su
lujo. Inevitablemente comenzaría, si no ha comenzado ya, una lucha fratricida entre los mismos billonarios, en su enfermedad incurable, para intentar cada uno de ellos prevalecer
sobre los otros. Sería el fin de cualquier clase de Humanidad. Y al final un
solo ser despótico, aborrecible y fratricida reinaría sobre un mundo
envenenado, esclavista y decadente. Ese sería el fin último de la revolución de los
enfermos de Billonitis Obsesiva.
Para
realizar esa revolución destructiva, los billonarios necesitan la colaboración
de los humanos más tontos: los pobres de derechas, los abyectos lamedores de
culos, los que su humillan y agachan para recoger las migajas de la mesa del
señorito. En América han sido los garrulos de la Biblia y la escopeta, en
Francia pueden ser los fieles a la grandeza napoleónica sazonada de Santa Juana de
Arco, en Inglaterra los añorantes del Imperio Británico victoriano y en España los que son tan ignorantes que no saben que son franquistas. Calígula los engañaba con pan y circo; Hitler con la grandeza futura de un Reich de rubios fanáticos, pertenecientes a una presunta
raza superior; en E.E.U.U. Trump los seduce con frases estúpidas y arrogantes de
payaso televisivo, de contador de chistes baratos y políticamente incorrectos. El caso es
engañar al cancerbero, hacerle creer que es partícipe de la gloria que, al final, solo será patrimonio de la élite financiera de los
billonarios sin ética ni vergüenza, de los enfermos de egoísmo, egolatría y avaricia obsesiva.
Pero
una ola de rebeldía se ha alzado desde el primer día de su mandato americano,
una ola heredera del 15 M español o, si me apuran, de la Revolución
Francesa, cuando las masas expulsaron del poder a los viejos, egoístas e inútiles aristócratas. Y
esa ola, por la cuenta que nos trae, ha de crecer hasta rebosar el fango de
los esbirros que se empeñan en allanar el camino a sus señores billonarios.
Nos va la vida en ello. No debemos esperar un solo segundo en manifestar
nuestra airada protesta ante los desmanes antidemocráticos esperables de un ser
ridículo, previsible y enfermo, que ha tomado las
riendas del poder nuclear. Sus primeras decisiones, el mismo día de su investidura, han sido, nada menos, desmontar el sistema sanitario instaurado por Obama y poner la embajada americana en Jerusalén, provocando más aún a los palestinos. ¿Qué vendrá después? Debemos manifestarnos ya, en defensa de la
Democracia auténtica, en defensa de los Derechos Humanos, en defensa del pueblo
mundial, con todas sus razas, lenguas y creencias legítimas. No hay que darle
tregua, no hay que consentirle más payasadas trágicas. Porque ya se presiente la sangre de los que aborrecemos la violencia.
Estamos siendo espiados por una tecnología que en breve podrá controlarnos y
dominarnos si cae en manos de esos enfermos con hambre de poder sin paliativos y sin normas decentes. No lo consintamos. No permitamos que egoísmos colectivos de raza, nación o estatus social nos dividan en beneficio de nuestros tiranos económicos. Hagamos que llegue un día en que ser billonario
sea un delito de lesa humanidad. Porque ya lo es, moralmente, en un mundo donde hay de todo para
todos, pero la insolidaridad fascistoide impide el reparto justo.
Defendámonos
de los billonarios. Nos va la vida en ello.martes, 10 de enero de 2017
DEL PODER, EL MIEDO Y LA LUJURIA.
El tema de la Tertulia de ayer era "El miedo y la lujuria" y yo presenté el trabajo que adjunto y que os amplío con unas notas aclaratorias.
Ojalá os guste.
EL PODER Y EL USO DEL MIEDO Y LA LUJURIA.
El
príncipe Velarico de Talonia, hijo de Veruto I el Tremendo, era un hombre muy
ambicioso, sediento de poder, hasta el punto de que en varias ocasiones había
conspirado para derrocar a su padre, arrebatarle los ejércitos y conquistar varios
países vecinos. Y eso que el rey Veruto tenía fama de despiadado, y le habría
dado una muerte horrible de haber tenido noticia de sus manejos. Cuenta la crónica
de este soberano que había ganado en una sola batalla las coronas de Malonia y
Calonia; y que mandó empalar y desollar vivos a los dos reyes vencidos y pasar
a cuchillo a todos los prisioneros. Después, ordenó que sus orfebres le confeccionaran
una hermosa corona de tres pisos que llevaba siempre sobre su cabeza y solo se
quitaba para dormir y fornicar.
Velarico
ascendía por la retorcida escalera de la torre más alta del Castillo Real de
Grok. Quería entrevistarse en secreto con fray Talardo, el Confesor Real.
-¡Alteza!
– exclamó el religioso de mirada astuta al ver al príncipe entrar en su austera
celda -, ¿Por qué os habéis molestado en subir hasta mi pobre aposento? Si me
hubierais llamado, yo habría corrido a ponerme a vuestros pies.
-Quiero
hablar a solas con vuestra reverencia – se limitó a responder Velarico -.
Decidme: Ahora que mi padre ya es viejo y se aproxima el día en que yo sea
coronado, ¿qué he de hacer para alcanzar el máximo poder sobre todas estas tierras?
Y
Talardo, después de reflexionar, dijo a su interlocutor:
-Ya
sé que sois muy ambicioso. Sabed que tuve noticias de vuestras maquinaciones
contra nuestro Rey, pero callé por prudencia y porque pensé que Talonia no
tendría en el futuro mejor soberano que vos. Pero yo os pregunto: ¿Qué
ambicionáis realmente? ¿Ser el titular de todos los poderes y recibir todos los
honores o… mandar de verdad? Porque, ¿os gustaría disponer del país y su pueblo
a vuestra entera voluntad, aunque nadie supiera que sois el verdadero amo, por
encima de un rey nominal?
El
príncipe mostró su desconcierto en un silencio expectante.
-Mirad
– prosiguió el monje -, hay dos caminos que llevan al verdadero poder, y ambos se
complementan: el camino del miedo y el de la lujuria. El Rey tiene muchos caballeros y soldados, y provoca terror entre
sus enemigos y súbditos, pero siempre puede surgir algún revolucionario, adalid
de hermosas ideas, dispuesto a morir por ellas y convertirse en mártir. Mas, ¿quién
se arriesgaría a sufrir eternamente las llamas del Infierno? Y en cuanto a la
lujuria, todos somos esclavos de los deseos carnales, así que el que sea capaz
de administrar su monopolio, tendrá a sus fieles metidos en el bolsillo.
Y
ambos cruzaron una mirada de inteligencia.
-Nosotros,
los sacerdotes – razonó Talardo –, sancionamos el matrimonio, que torna lícitos
los impulsos de la lujuria, y también impartimos el miedo al Infierno para
quienes nos desobedecen. Podemos incluso excomulgar a un rey, así que mandamos
más que los soberanos de este mundo. Mi consejo es que vayáis a ver a vuestro
padre y le digáis que anoche se os pareció la Virgen María, que os reclama a su
servicio, y que renunciáis a la corona a condición de que se os nombre Cardenal
Primado del Reino. Vuestro hermano Veruto el joven, destinado hasta hoy a ese
puesto, será el futuro Rey. Es débil de carácter y podréis manejarlo a vuestro
antojo. Así que el que gobernará estas naciones de Talonia, Calonia y Malonia seréis
vos desde la sede cardenalicia.
Cuando
el príncipe bajó las escaleras, su aspecto había cambiado y sus ademanes comedidos denotaban la más profunda humildad
del santo varón que nunca fue.
Cien
años después, el que un día fuera príncipe, era proclamado en Roma como San
Velarico de Talonia. En cuanto a Talardo, nunca fue canonizado, pero sí que llegó
a Papa, con el nombre de Clementino VI, gracias al apoyo del Cardenal Velarico
en el Cónclave y la influencia política del rey Veruto II el Estólido.
Miguel Ángel Pérez Oca.
P.D.- NOTAS SOBRE “EL PODER Y EL USO DEL MIEDO Y LA LUJURIA”.
Como no me
cabían en la página del relato, página que debe ser la extensión máxima del
mismo, tal como impone la normativa de esta Tertulia, cuyas disposiciones yo
sigo religiosamente, no he podido añadir ciertos datos de interés que a
continuación expongo:
1.- Veruto I el Tremendo murió
poco después de la escena narrada, justo en la semana siguiente a que llegase a
Talonia el comunicado de la Santa Sede con el nombramiento de Cardenal Primado
a nombre de su hijo Velarico. El monarca falleció repentinamente mientras oía una
misa oficiada por el monje Talardo. Algunos historiadores descreídos, de
ideología marxista, sostienen que la causa del deceso fue la ingestión de una
hostia envenenada.
2.- Veruto II el Estólido vivió
prácticamente confinado en sus aposentos del castillo de Grok, víctima de una extraña
estupidez o pasmo intermitente. Nunca se casó ni tuvo hijos y, casualmente, también
murió unos años después mientras oía una misa oficiada por su hermano el
Cardenal Velarico.
3.- Le sucedió su sobrino Talardo
I el Melífluo, entonces niño de corta edad, hijo del barón Trasegardo de Grok, que
era primo del Rey y del Cardenal, y sicario y hombre de confianza de éste; y a
quien se le había confiado el cuidado del débil Rey Veruto II. El nuevo soberano
había sido bautizado con el nombre seglar del Papa por haber sido apadrinado
por éste, e inauguró una nueva dinastía reinante, ante la inesperada muerte de
su padre el barón, casualmente, mientras oía misa días antes de su proyectada
coronación,
4.- Los enemigos de la Monarquía
de las Tres Coronas propagaron el rumor de que Talardo I era hijo natural de
San Velarico; aunque otros aventuraron que en realidad su padre podía ser el Papa
Clementino VI (Talardo), pues su madre, la esposa del barón, era la amante
secreta del Cardenal, y éste la cedía al Papa en los muchos viajes que el Santo
Padre hizo a Talonia. Según algunos historiadores, este rumor es bastante
verosímil, dada la costumbre talonesa de ceder la amante al señor en
determinadas ocasiones, como viajes, guerras, etc. en una muestra de sumisión y
hospitalidad.
5.- Durante la larga minoría de
edad de Talardo I, ejerció la regencia su tío el Cardenal San Velarico, quien
falleció justo cuando se iba a cumplir la mayoría de edad del soberano. Murió
repentinamente en Roma, a donde había acudido para entrevistarse con el anciano
Papa Clementino, tras una discusión muy acalorada con éste acerca de la inconveniencia
de ceder ciertos privilegios eclesiásticos al Rey ya adulto, lo que
perjudicaría los intereses de la Iglesia talonesa. Esta lucha le valdría la
santidad.
6.- Durante 612 años, la dinastía
de los Talardo gobernó los tres reinos de Talonia, Malonia y Calonia, hasta el
advenimiento de la República Socialista de la Federación Gran Talonesa, en 1945.
7.- El último soberano de las
Tres Coronas, Talardo XII el Aprovechado, vive todavía en la actualidad, en
Saint Tropez (Francia), y su hijo Talardín es un conocido play boy, campeón
mundial de Polo y corredor de Rallyes.
8.- Tras la caída del comunismo,
algunos monárquicos taloneses reclaman la vuelta de un rey, que podría ser,
dada la decrepitud del viejo Talardo XII, su hijo Talardín, que ostentaría el
nombre de Talardo XIII el Cachondo. No obstante, una gran mayoría del pueblo
prefiere la república.
Esta historia
es una ficción, pero podía haber sido rigurosamente cierta, tan solo cambiando algunos nombres, ¿verdad?
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