martes, 22 de agosto de 2017

ANATEMIZAR.


            Ayer estaba terminando mi trabajo para esta tertulia. El tema a desarrollar era “Anatema” y yo había escrito un texto sobre Venezuela. Pero en eso me sorprendió la tremenda noticia de los atentados de Barcelona y pensé que “anatemizar” podría ser un verbo muy grato a los terroristas muyahidines. También otros, como “excomulgar”, “expulsar”, “aterrorizar”, “ejecutar”, “degollar” y, últimamente, “atropellar”. La Historia está llena de anatemas, de hogueras, de tribunales de distintas inquisiciones y de irracionalidad absurda sustentada en una fe exacerbada en las más peregrinas afirmaciones teológicas. Y es que hay gente a la que fatiga pensar, a la que ofende ser ecuánime y reconocer que podrían no tener razón en lo que respecta a algunas de esas tonterías que proclaman los “mensajeros de Dios” en ocasiones solemnes. Las elucubraciones machistas de algunos imanes me han indignado por su misoginia absurda; pero las pastorales de ciertos obispos católicos también me han ofendido por su cerrazón. En general, la beatería y el sano raciocinio están bastante reñidos. Y son esos profetas del despropósito los que se permiten, y se han permitido a lo largo de la Historia, anatemizar a quienes no se pliegan a sus fantasías. Estamos en el siglo XXI y esas cosas deberían estar ya superadas,  pero no lo están; no, señor. Todavía hay gente que, desde un rancio catolicismo, se permite anatemizar a los que defienden el derecho a ejercer la sexualidad libremente, a los que defienden el matrimonio gay, el divorcio y los anticonceptivos. Y en el otro lado, también hay gente que se permite anatemizar a las mujeres que no se cubren la cabeza, llevan vestidos ceñidos al cuerpo y se perfuman para salir a la calle, y les llaman por eso fornicadoras. Y, sobre todo, los líderes de estas religiones “reveladas”, que se proclaman “la única verdadera”, se permiten anatemizar a los “infieles” que creen en otro Dios o, simplemente, lo llaman con otro nombre. Y de anatemizar a exterminar van solo unos pocos pasos, porque aniquilar infieles es un mérito a los ojos de esa deidad cruel y celosa que siempre han predicado los ministros de la intolerancia. ¿Pero cómo se puede creer en un Dios que se complace con la muerte de inocentes, si son de otra religión? ¿Cómo se puede creer en un Dios que premiará con un paraíso lleno de vírgenes dispuestas a ser desfloradas, a quien sea capaz de suicidarse llevándose por delante a todo aquel que no crea en sus dogmas? ¿Pero, qué clase de Dios sería ese, infinitamente sabio, poderoso y bueno? Pues hay fanáticos que sí se lo creen y cometen barbaridades en nombre de esos credos imposibles.
            Jesús fue anatemizado por el Sanedrín, Giordano Bruno por el Santo Oficio, los barceloneses y turistas “infieles” por la Yihad; como también lo fueron Miguel Hernández, Lorca, Salman Rushdie y los dibujantes del Charlie Hebdo. Y sin embargo, quiero creer que la racionalidad acabará triunfando sobre los anatemas, o no seríamos Homo Sapiens.

                                                                                          Miguel A. Pérez Oca.
                 
(500 palabras, incluidos título y firma)      

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