martes, 8 de agosto de 2017

LA MARAVILLA Y EL IDIOTA.



            Allá por el horizonte, como si flotase en el aire, se recorta contra la calima la nevada cima del Kilimandjaro. La sabana amarillenta se extiende como un mar de yerba, jalonado de estilizadas acacias de copa horizontal y oscura. A lo lejos, grupos de cebras y jirafas se buscan el sustento. Y en primer término, rodeada del respeto general, avanza la más grande maravilla de las llanuras africanas: mamá elefante. Su porte egregio, su gran estatura, sus pasos firmes y pausados, su excepcional morfología, con esas enormes orejas que abanican el aire, los largos y relucientes colmillos, la hábil trompa inquieta, sus ojos inteligentes y su enorme cabeza, llena de pensamientos amorosos y lejanos recuerdos. Es una hembra vieja y poderosa, matriarca de la manada de hijas jóvenes y sus delicadas crías, que siempre la acompañan. Los machos, dispersos por la llanura, van a su aire y no se acercarán mientras el celo no lo disponga.
La gran reina del marfil vigila incansable; vela por la seguridad de los suyos y recuerda episodios de su vida pasada, aventuras y peligros sufridos en tiempos pretéritos o recientes. Más de una vez ha tenido que enfrentarse a un león o a una horda de hienas para defender a su nieto más pequeño. Cuando se enfada es terrible: barrita furiosa mientras agita sus grandes orejas e infunde pavor en cualquier atacante que no osaría luchar contra su masa gigantesca y amenazadora. Es la maravilla de África, la Reina, y lo sabe.
            Pero, en eso, el idiota ha llegado a la sabana. Rodeado de una corte de serviles subalternos, un estúpido ser erecto, descendiente de una larga saga de soberanos endogámicos y rijosos, reinantes de opereta en algún país donde la élite poderosa prefiera jefes tontos y manejables, pretende dar rienda suelta a sus bajos instintos, segando la vida de un ser verdaderamente majestuoso; matando a un rey de verdad. Los guías le señalan a la vieja abuela elefante, que ya se revuelve inquieta. Y él, el rey de pacotilla, reclama su carísimo rifle de último modelo, que cuesta una fortuna a sus súbditos incautos, y lo carga con cartuchos explosivos, capaces de reventar la cabeza, llena de amor y de recuerdos, del gran paquidermo.
            La matriarca ha visto al mequetrefe y se dispone a espantarlo con uno de sus amenazadores movimientos de avance y retroceso. Generalmente, basta con esa demostración de fuerza, para que el intruso emprenda la huida y no haya que recurrir a la violencia… Pero en ese momento suena un disparo y el gran cerebro pensante, que sin duda albergaba a un valioso ego, estalla para siempre. Se ha cometido el regicidio y el idiota usurpador se colocará al lado del cadáver para hacerse unas cuantas fotos estúpidas.
            La raza de los elefantes está amenazada, mientras la triunfante de los idiotas convierte este mundo en un basurero dentro de un cementerio. Y acabará muriendo de éxito.
¿Se puede ser más tonto? 
Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                        (Este relato contiene 500 palabras,
                                                                                incluídos el título y la firma,
                                                                                ni una más ni una menos.

                                          Doy fe de ello.)

No hay comentarios: